viernes, 7 de mayo de 2010

Mon Amour, Río... (Parte 1)


La Plaza Do Flamenco, los Arcos de Lapa, el restaurant Nova República, las playas, bosques y montes de Reserva, ¡¡¡El Sexy Rose!!!, el subterráneo, la Terminal de Novo Rio, las playas de Copacabana e Ipanema... ¡Qué lugares!
Las recuerdo y por ahora sólo me queda ahogarme en melancolía. Eso sí, la promesa de volver quedó para inicios del año entrante. Marqué el calendario y estoy contando los días...
Jamás imaginé que una ciudad me marcaría tanto... Maravillosos lugares, clima soberbio y la gente más linda que haya visto en mi vida. ¿Cómo es posible reunir tanta gente linda en un solo lugar? Injusticias del destino... Y me refiero a aquellos tipos que te dejan sin aliento. Literalmente. Ahora entiendo por qué es conocida como la Ciudad Maravillosa.
Ocho días resultaron ser nada para conocer todo lo que la ciudad tiene preparado para aquel que nunca había pisado sus calles. Recuerdo las veces que mi disco sister preguntaba cuándo iba a visitarle allá. Yo contestaba, como viendo ese viaje todavía un poco lejano, con: "Tengo que ver, ahora tengo mucho trabajo", "En vacaciones", "Tengo que ahorrar más" y otras excusas más. Lo confieso, soy un adicto a mi trabajo y no concebía la idea de tomarme unas vacaciones. No recuerdo la última vez que haya tomado una.
Pero hasta el más adicto al trabajo necesita un break. Estaba a punto de quebrarme, mil complicaciones en el trabajo, estrés por todas partes y como siempre mi inexistente vida sexual. Estaba por explotar así que de la noche a la mañana mandé todo al carajo y me decidí a visitar a mi best friend ever.
Fue todo muy a la apurada. Recuerdo bien el inicio y ni tenía idea de lo bien que iba a pasar. Esa era la imagen:
Viernes 26/3/2010, 09:20 hs., Terminal de Asunción. Había pasado previamente por el peluquero ya que era mi primer tour a tierras cariocas y tenía que lucir impecable o lo más cercano a eso. Había planeado tanto que mi primer viaje a Río iba a ser cuando estuviera en mi mejor estado físico pero como el estrés obligaba no me quedó más que ir como estaba. Eso sí, con tanto cuerpo perfecto a diestra y siniestra uno se da cuenta de lo morsa marsupiala que puede estar... Pero sigamos.
Fue una semana de puro estrés por todos los preparativos y el dejar cronometradamente coordenadas mis tareas en la oficina. Lo sé, estamos en pleno siglo XXI donde se supone que ya todos somos conscientes de la importancia del trabajo en equipo y bla, bla, bla... pero esta es mi verdad: aprecio a mis compañeros de trabajo pero no quiero dejar a nadie mis tareas de la oficina.
Dentro de esa cruz que es ser perfeccionista, admito que me cuesta demasiado trabajar en equipo. Celo excesivamente de mi trabajo y no me gusta delegarlo ya que, con lo paranoico que soy, me parece una pérdida de tiempo porque tarde o temprano voy a controlarlo y a encontrar un error que tengo que corregir yo y es doble trabajo. Alguna gente no puede dejar de comerse las uñas, yo no puedo delegar mi trabajo. Es parte de mi naturaleza...

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